2.1. El matrimonio civil

Un cambio cultural que surge especialmente después de la Revolución Francesa fue el nuevo modo de ver el matrimonio. En distintos países ya no se considera a este como un sacramento o como una institución natural, sino como el resultado de un contrato sometido a la regulación del Estado.
Conforme el matrimonio quedaba cada vez más subordinado al poder de las autoridades públicas, éstas (y no la Iglesia) podían establecer criterios para su validez (límites de edad, licitud o ilicitud de la poligamia, etc.) y para su cesación; es decir, quedaba abierta la puerta para legislar sobre el divorcio. Todo ello se ha ido aplicando con mayor o menor velocidad tanto en Europa como en América y en otros países durante los siglos XIX y XX.
No faltaron, además, intelectuales que lanzaron fuertes críticas contra la institución matrimonial considerada en sí misma. Son famosos los ataques de Kart marx (1818-1883) y de Frederick Engels (1820-1895) contra la relación “patriarcal” que (según ellos) se daba en el matrimonio. Los padres del marxismo deseaban superar tal situación a través del surgimiento de una sociedad en la que desapareciese la lucha de clases y la “lucha de sexos”.
Un texto de Engels evidencia de modo claro esta posición:
“El primer antagonismo de clases de la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer unidos en matrimonio monógamo, y la primera opresión de una clase por otra, con la del sexo femenino por el masculino” (Frederick Engels, “El origen de la familia, de la propiedad privada y del Estado” 1884)

Si el matrimonio se origina como resultado de la opresión del hombre sobre la mujer, la “liberación” consistirá en independizar a la mujer de la dominación a la que ha sido sometida durante siglos en la “familia tradicional”, especialmente en lo que se refiere a la maternidad. En sintonía con estos presupuestos, resulta lógico que uno de los primeros países que legalizase el aborto libre y gratuito fuese la Unión Soviética comunista, en 1920.
Federico Engels afirma en su libro El origen de la Familia, la Sociedad y el Estado, que el comunismo no podrá implantarse efectivamente mientras no se destruya la familia “burguesa” y se logre establecer el colectivismo sexual. Hacia finales del siglo XX, el desmantelamiento de la familia se convirtió en propuesta ideológica de partidos afiliados a la Internacional Socialista. Nació así una nueva estrategia de revolución, ahora en el campo de las costumbres, la llamada revolución cultural. Esta consiste, según el ideólogo del PS francés, Pierre Fougeyrollas, en una “revolución en las formas de sentir, de pensar y de actuar, una revolución de las formas de vida colectiva e individual, en suma, una revolución en la civilización”. Su punta de lanza es la “revolución sexual”, que tiene por meta “la abolición de las relaciones actuales entre los sexos” y “debe acompañar el curso de la revolución económica, social y política”.

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