1.5. La caída del puritanismo

La importancia del puritanismo está ligada a su permanencia durante unos ciento cincuenta años. Culturalmente el fin del puritanismo viene de un modo definitivo con la primera guerra mundial, pero es una realidad que se había ido preparando durante un largo tiempo. En todo caso, el modo en que esto se llegó a producir ha sido especial, porque no sucede por una superación del mismo, sino de un modo más bien negativo como una revelación de su falsedad que la persona ha de vivir como una liberación. De todo lo dicho, se comprende muy bien como tal liberación tenía necesariamente un fuerte contenido sexual. Pero la comprensión de la misma se complica más. Es una dificultad añadida en cuanto la crisis del puritanismo no se resuelve uniendo la sexualidad a otro sentido cultural, sino que se centrará en una libertad que impone ella misma sus sentidos en el horizonte propio de la libertad romántica.
La preparación de la crisis puritana comienza con los "maestros de la sospecha" que lo aplican de modo directo al tema de la ley moral que es la que en verdad van a considerar represiva del hombre. Es decir, el primer objetivo de sus críticas es la vinculación Dios = obligación = moral. Nótese que aquí la experiencia de obligación ocupa el puesto central entre dos polos de referencia, uno religioso y otro humano. La "sospecha" consistirá en ver la fragilidad de dicha relación frente a su aparente fortaleza. Se quiere demostrar tal debilidad mediante la revelación de la auténtica relación entre el hombre y la experiencia de obligación. En ella se descubren unos contenidos distintos de los que se explicitaban en la consabida ecuación puritana. Aunque la sospecha en cuanto tal no afecte directamente al contenido sexual, sí que va a ser éste uno de los puntos más incisivos de estas críticas al pensamiento establecido y, en algún caso incluso su punto central.
Schopenahuer es el primero que analiza toda la realidad humana desde la pasión sexual con una visión pesimista de las relaciones humanas que quiere desvelar lo negativo de estas relaciones frente a la apariencia social. Nietzsche, en el ámbito filosófico, destaca lo nocivo de la represión social frente a la libertad del hombre, ya que crea una "moral de esclavos" que deforma interiormente su fuerza y le crea una conciencia de dependencia por el sentimiento del deber. Esto contiene una profunda crítica religiosa, el puritanismo se ha servido del nombre de Dios para presentar una realidad que es sólo una represión meramente humana.
En el ámbito psicológico y terapéutico, Freud juega un papel sobresaliente con su interpretación de un inconsciente dominado por la líbido, de este modo desenmascara la ecuación anterior: religión = moral = prohibición = represión sexual; explicándola de un modo estrictamente inverso. Todo comenzaría por la represión sexual como sistema de dominio de sí por el cual el hombre se hace consciente de sí mismo, esto es debido a la aparición inconsciente del "complejo de Edipo". En un segundo momento, la misma realidad de la represión sexual fuerza a la aceptación interior de prohibiciones (super-yo) de las cuales la primera sería la del incesto. Tal asunción inconsciente va a ser el fundamento de la moral y de la religión por medio del paso de la aplicación definitiva del proceso social del "tabú".
Por el hecho de centrarse en la ecuación básica puritana todavía vigente en ese momento, su propuesta tuvo una repercusión muy grande. El impacto de Freud consistió en desenmascarar la situación y diagnosticar una neurosis generalizada a la sociedad. Como aportación positiva, descubre el subconsciente revelando la importancia de ese mundo cuyo dinamismo no puede ignorarse ni tampoco reprimirse. Manifiesta así que la identidad del hombre no se reduce a la conciencia y que el voluntarismo de un puro querer impuesto a los deseos puede ser contraproducente para la persona. Pero en él se da un primer pansexualismo en la medida en que a priori quiere explicar toda la dinámica psíquica desde la pulsión de la líbido. Este aspecto reductivo, cerrado al valor simbólico y trascendente de la sexualidad, ha sido muy criticado posteriormente y ha hecho que sus teorías sean abandonadas en la actualidad. Pero sus presupuestos de una interpretación sexual que explique todos los fenómenos humanos con una base determinista, han impregnado el modo de comprender la sexualidad en nuestros días.
En el ámbito sociológico, las antiguas tesis de Malthus son retomadas de un modo evolucionado en el sentido de reclamar intervenciones urgentes para frenar el crecimiento demográfico. La tasa de población pasa a considerarse como una de las mayores amenazas de la humanidad y que, por consiguiente, la demografía es un problema social que debe ser controlado por el Estado con criterios utilitaristas.
En el ámbito anglosajón se configura de un modo forma más sistemática el emotivismo moderno con Moore. Su análisis analítico de los términos morales concluye en que el contenido último del juicio moral es emotivo: esto es, que el bien no es algo objetivo, sino la impresión subjetiva que un objeto causa en mí. Se conforma entonces de modo acabado el sujeto emotivo, que juzga las cosas como buenas o malas no por un orden racional o en relación a un fin, sino sólo por la impresión subjetiva que causa al agente el pensar en la acción.
A este conjunto de factores de gran peso, sólo le faltaba un hecho exterior que permitiera unirlos a partir de una interpretación fuera del mundo cerrado del puritanismo. Esto es lo que ocurrió con la primera guerra mundial. Con ella se derrumba un modo de comprender la sociedad y la cultura que era el último sustrato puritano, eso sí, mezclado con tintes románticos de exaltación ideológica y nacional propia del "espíritu del pueblo". La crueldad de la guerra manifestó lo falso de algunos presupuestos, entre ellos el de una evolución lineal de la civilización que iba a conducir a un mundo sin enfrentamientos y guerras. Valores como el honor, la caballerosidad y la ejemplaridad van a quedar en entredicho e incluso se presentarán como una hipocresía.
Aparece una primera aceptación de los medios anticonceptivos en la Conferencia anglicana de Lambeth. Es el comienzo efectivo de la separación de la sexualidad de la fecundidad la cual se empieza a valorar como algo meramente físico frente a los valores más personales del matrimonio como son la convivencia y el cariño mutuo.
Tras la Segunda Guerra Mundial se extiende en el ámbito universitario el existencialismo ya comenzado en el periodo entre guerras. Esta corriente filosófico-teológica tiene como consecuencia la aparición de la moral de situación. La valoración moral deja de depender de una ley inmutable para entenderse como un juicio creativo que depende del conjunto original de la situación, todo ello sostenido por una primacía creativa de la libertad y de la conciencia. La primera aplicación de esta moral, con un gran escándalo y debate dentro de la Iglesia, sucede en torno a los temas sexuales. Los criterios morales anteriores centrados en leyes inmutables y determinadas se entienden como expresión de una valoración biologicista de la sexualidad; a la que hay que oponer a una nueva interpretación del matrimonio que se denomina personalista. Se ha de ver aquí un dualismo persona-naturaleza muy marcado que no tiene que ver con el auténtico personalismo.
Todos estos cambios profundos que van impregnando a la sociedad coinciden con la aparición del primer feminismo. El personaje más conocido en este momento es Simone de Beauvoir que lo entiende como la necesidad de que la mujer tenga un papel igual que el hombre en el ámbito público con la consecuente exigencia de una liberación de las cargas de su propio sexo. El sexo es el que ha penado sobre la mujer la gestación, el parto y la lactancia, toda una serie de funciones sexuales que la han hecho esclava de su sexualidad. La realización de la mujer como persona debería vivir por encima de estas funciones meramente biológicas. El ser persona sería algo separado de la sexualidad que es un condicionante físico que en este caso se valora negativamente.
De este complejo proceso queda la profunda herida de una separación de la sexualidad de las dimensiones genuinamente personales y de la autorrealización de la persona que se centra en otra serie de funciones de repercusión pública.

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